Una Borradura Completa Compone un Retrato Defectuoso
Fue hace relativamente poco tiempo que recibí una nota de Alvaro, un viejo amigo mío de la infancia que, como yo, ha vivido fuera de nuestro país de origen la mayor parte de su vida adulta. En ella me cuenta de un intercambio de correos electrónicos suscitado por un cuento corto que el había compartido con sus viejos compañeros de colegio, yo incluido, a travez del presenta su preocupación por el estado de la humanidad y su esperanza por el advenimiento de un cambio radical de mentalidad que involucra, entre otras cosas, el abandono masivo de los dogmas religiosos que dividen y conflictuan a la humanidad. Para complementar su comentario sobre el intercambio Alvaro me adjuntó copia de algunas de las notas inspiradas por la lectura de su cuentecillo. Las había posivas y negativas y entre estas últimas me sorprendio leer una referencia a un compañero a quien se describe como siendo, muy parecido a Alvaro: un artista que tambien es ateo y vive en el extranjero y que suele difundir publicamente ideas extrañas (que el autor de esta nota con seguridad presume ser el resultado de haber dejado el pais cuyas tradiciones se nos impusieron a todos). El nombre de esta persona no se menciona en la nota pero era, sin lugar a dudas, yo.
Inicialmente encontre esta escueta versión de mi ser lo suficientemente inexacta para resultar, si no hiriente, molestosa. Sin embargo, un examen cabal de ambos, el mal retrato y mi reacción inicial a este de alguna forma se convirtío en el germen del cual brotó esta refleccion sobre lo que es ser humano.
La primera cosa que se me ocurrio al considerar quíen soy yo en realidad, fue que por lo general vemos la inclusividad de la existencia como algo detestable, algo sobre lo cual es peligroso refleccionar con demasiada seriedad porque niega nuestro pretencioso reclamo a un ser personal ú nico y, por ende, separado de todo lo demás. Pocos se atreven a mirar su insignificancia existencial cara a cara, esto a pesar de que la cordura y una buena relación con otros y con la vida general lo demandan. La identidad personal gana relieve existencial, y significancia social sólo a costa de negar el terreno vital que nos es común a todos. Quíen puede razonablemente negar que la vida y la muerte son fundamentalmente lo mismo para “ti”, para “mi” y para todo el resto de los seres humanos? Todos compartimos esencialmente el mismo ciclo vital, el mismo codigo genetico, la misma fisiología, los mismos instintos, y la misma sicología. Somos tambíen igualmente dependientes de ciertas estructuras, normas y valores culturales para hacer efectivo el reclamo de auto valía y status social con el cual nos conocemos a nosotros mismos y del que otros se sirven para vernos como coetáneos participando, mas o menos correctamente, en el mismo ámbito social y el mismo contexto histórico y sico-social. En los términos mas generales, dado a que emergemos de, y habitamos en la misma realidad cosmica es evidente que, debajo de las superficiales diferencias que tanto nos distancian, somos fundamentalmente lo mismo.
Cómo es entonces que seguimos tan predispuestos a actuar como si nuestros dolores y penas, pérdidas y frustraciones, amores y odios, rabias y gozos particulares fuesen enteramente diferentes, y por ello, mejores o peores de los de cualquier otra persona? De una forma u otra, “razonamos” y nos comportamos como si nuestra presencia en la vida fuese singular y por ello ajena, y posiblemente mejor o peor (en su propia naturaleza) que la de otros. El resultado de esta ciega confianza en la idea (pues eso es todo lo que es, una idea) de una existencia tribal y personal aislada de todo lo demas, ha sido la confusión y el desorden, el conflicto y la violencia en los que hemos vivido siempre. Y sin embargo nos aferramos a esta idea tan falsa y tóxica porque seguimos pensando, con la idiotica lógica que se desprende de ella, que el ponerla en duda entorpecería o pondria en riesgo lo que cada uno imagina que es “su” vida y la de aquellos que nos importan más.
Se requiere una atención lúcida y sostenida a la base del iceberg síquico de la humanidad para darse cuenta de lo absurdo que es el reclamo de sostentar una identidad personal única y una existencia aislada; el reclamo que hacemos cotidianamente los siete billones y medio (y seguimos contando) pequeňos promontorios auto-construidos que se yerguen y agitan sobre su superficie helada. Naturalmente, el carácter tremendamente inclusivo y la intensidad vital de esta atención solo se pueden dar cuando la optica aberrante del egoismo etnocentrico y sectario ya no limita y distorcíona la percepción mermando, por ende, la inteligencia
Estamos tan comprometidos con nuestra versión personal del aislamiento existencial adoptado por la especie como un todo, y esta vieja y peligrosa fatuidad está ya tan fusionada con la fisiología del cerebro y nuestra capacidad de razonar, que se nos hace casi imposible el detectarla, mucho menos el cuestionarla profunda y efectivamente. No intentarlo equivale, sin embargo, a negar lo esencialde la humanidad que compartimos. Una investigación exacta y severa sobre quienes somos primero hara temblar, pero luego pulverizara la interpretación particular de la realidad sicológica, social y material que es la piedra angular de cada instancia de aislamiento existencial. Sin embargo, el fuerte miedo que esa abrupta terminación provoca, lo siente solo aquella parte de la sedimentación mental a la que equivocadamente atribuimos nuestro ser, negando de esta forma la posibilidad de que una modalidad infinitamente más libre, inteligente y amorosa de ser humano se haga manifiesta.
Una forma de iniciar esta investigación, estriba simplemente en tomar conciencia de que las diferencias que detectamos entre nosotros —y que son generalmente vistas como evidencia de que somos entes profundamente separados entre si— no son realmente existenciales, ni siquiera cuando son de naturaleza física, como es el caso con el género sexual, la raza, la edad y otros multiples aspectos de nuestra apariencia. Las diferencias con las que justificamos nuestro sentido de separación, son en realidad construcciones mentales de amplia distribución cultural que actúan como componentes principales del registro mental de la experiencia que todo contexto social crea, impone, regula y proyecta al futuro. Es porque nuestro sentido de seguridad (física y especialmente sicológica) depende tanto de los contextos sociales y los ámbitos culturales con los que nos identificamos, que tambien asumimos inadvertidamente que la construcción psico-social a la cual cada uno de nosotros se refiere como “yo” constituye la esencia de la presencia humana (personal y colectiva) en la vida. El predominio de meros andamios ideacionales en la determinación de nuestro sentido de la realidad interna y externa tiene enormes y nefastas consecuencias, porque la pluralidad y el caracter limitado, exclusivo y contradictorio de estas definiciones destruye la sensibilidad natural del organismo. Sensibilidad que cuando es de alguna forma despertada, se abre instantáneamente al flujo indivisible de la existencia que es el unico terreno común de la humanida y su última verdad.
Altas y treméndamente densas son las barreras erigidas por nuestra cronica fragmentación cultural y un sentido de la existencia estrictamente basado en la memoria cultural y personal y en los apetitos que se desprenden de ella (la memoria). No estamos, sin embargo, condenados a esta falsa existencia y sus consecuencias, porque cuando la facultad del organismo para prestar atención logra escapar, aunque sea solo las formas más burdas del control cultural y la inhibición y el conformismo personal, la claridad resultante empieza a librar la mente de su condicionamiento experiencial. El desdoblamiento sin inicio o fin de la totalidad de la vida y la muerte es infinitamente más grande que (y en formas muy significativas no relacionado a) las formas particulares de conocimiento, creencia y deseo que generan y sostienen nuestra falsa y altamente divisiva presunción existencial con sus ingenuas certezas, efímera seguridad, y enclenque agencia.
La idea tan arraigada que tenemos de ser entes separados y en permanente tren de evolucion es un callejón sin salida repleto de decepción y angustia. Cada uno de nosotros no es mas que una manifestación particular de la profunda y cruenta alienación de la vida en la que ha caído la humanidad y de la cual no parecemos querer sobreponernos.
Si “yo” pienso de mi mismo como una entidad única existiendo independientemente, entonces “tu” debes ser enormemente diferente a mi para poder existir de la misma manera. De una forma u otra todos hemos sido inducidos a pensar que cada uno de nosotros tiene una vida propia, la “tuya” y la “mia”, lo cual es falso en varias sentidos y a distintos niveles.Y es solo porque basamos nuestro ser en esta falsa distinción comparativa que podemos justificar la forma, tán fácil y rutinaria, en la que nos ignoramos, embaucamos, explotamos y herimos o matamos el uno al otro.
La relación vital que se da entre padres e hijos es, paradójicamente, el factor que más íntimamente permite la continuidad de esta tóxica y destructiva mentalidad, porque son adultos completamente programados mentalmente por sus grupos de referencia y su limitada experiencia quienes imponen en los niños una iteración particular de basicamente el mismo antiguo régimen general de aislamiento cultural y sicológico. A su debido tiempo —y a no ser que se de un profundo despertar a la falsedad y crueldad de esta herencia mental forzada— la cría programada y unida con otra persona igualmente precondicionado, se impondrán a su vez sobre su propia prole, y lo harán convencidos de que de esta manera cumplen con su deber social y a la vez demuestran su amor paternal y maternal.
A una edad temprana, el núcleo de la identidad tribal y personal ya ha sido profundamente implantado en el cerebro de cada niño. Y de ese punto en adelante, el residuo mental que deja cada experiencia de placer o dolor se añade mecánicamente a este deposito central. Evidentemente, un individuo separado y formateado como una computadora con el registro acumulado de la experiencia biológica de la especie, la de sus mayores y la suya propia, tiene una visión muy limitada y altamente prejudiciada de la vida y de la muerte. Peor aún es que las limitaciones perceptuales y cognitivas impuestas por el aislamiento centrado en el “yo” y una ciega fidelidad a un grupo relativamente rígido de normas y valores culturales, produce fricción con otros individuos igualmente disminuidos y parcializados por diferentes versiones culturales y sicologicas del mismo fenomeno universal de condicionamiento mental. Es del registro agregado de dolor y placer y seguridad e inseguridad, que emerge el impulso mecanico de imaginar una versión idealizada de nosotros mismos viviendo en un mejor ámbito social (o espiritual) y gozando de mayor placer y menor dolor. Esta auto-idealización proyectada es un sueno deseoso cuya satisfacción (nunca plenamente realizada) demanda una labor dura y continua y en competencia o conflicto con otros haciendo lo mismo a servicio propio. El dolor y el placer son ciertamente caras distintas de la misma moneda.
Es así que la síque con su condicionamiento etno y egocentrico vive engranáda en una cadena interminable de esfuerzos hechos para mejorarse o eventualmente transcenderse a si misma. Esto, a pesar de que el caracter exclusivo de billones y billones de miedos y fantasías diferentes y contradictorias proyectadas de dia a dia hacia un futuro imaginario, solo sirve para mantener la división, el desorden, y el pesar que ya han afligido a la humanidad durante toda su historia. La seguridad y el bienestar que al menos algunas porciones de la humanidad han logrado a lo largo de nuestra presencia colectiva en la tierra son, evidentemente, fruto de esta misma habilidad de codificar la experiencia, crear imagenes mentales de mejores circumstancias futuras, e inventar los metodos y sistemas necesarios para hacerlas realidad. Sin embargo, el caracter benigno de esta facultad es negado cada vez que es restringida a servir los excesivos intereses materiales y soberbias sicológicas y espirituales de ciertos grupos e individuos y con este propósito se le hace dano a otros y se perturba todo, incluyendo el equilibrio ecológico del planeta.
Voy ahora de regreso al cuento con el que inicie este ensayo.
Es porque tengo conciencia de todo esto que puedo honestamente decírle a mi viejo compañero ( a quien no he visto desde que estábamos a punto de graduarnos de secundaria, hace ya mas de medio siglo) que esta errado si continua asumiendo que esto que escribo solo refleja la influencia en mi de una cultura foránea. Si, es verdad que deje nuestro país de origen hace mucho tiempo, pero no lo hice con el fin de ser recondicionado por una cultura distinta y brindarle mi lealtad a otra nación. El lugar en el que vivo en una pequeña esfera azul perdida en la corriente imponderable de la existencia y no creo estar lejos de la verdad si afirmo que el tambien, asi como el el resto de seres humanos, viven en este mismo lugar que no conoce frontera o divulga cultura alguna. Lo que escribo es el resultado de negarse a vivir en una reducida esquina mental y local carente de relación con el misterio de la vida en toda su actualidad. La nacionalidad y su restringida cultura ya no limitan e informan la (mi) percepción de la vida.
El hecho de nuestra común inclusión en la totalidad de la existencia es de incalculable importancia pero, paradójicamente, de escasa visibilidad porque los conocimientos y las creencias a los que progresivamente nos hemos reducido a nosotros mismos (desensibilizandonos y antagonizandonos en el proceso) son totalmente incapaces de atrapar en su pobre red conceptual el misterio de nuestra presencia en la vida. Cualquiera puede llegar a ésta misma percepción de la realidad, pero debe ser hecho de forma totalmente independiente y directa, es decir, libre de toda idea y proyección tribal y personal.
Como se encuadran las cosas es de enorme importancia y esto por varias razones. E importa especialmente cuando se está intentando llegar al fondo de quienes somos, porque la la escala, grado de flexibilidad y precisión del encuadre conceptual que utilizamos para mirarnos a nosotros mismos (y para dialogar sobre lo que vemos) determina, entre otras cosas si se incluye a todos y de qué manera. Abundan las representaciones mezquinas (nacionalistas, racistas, sexistas, sectarias y egocentricas) lo que es ser humano, y estos encuadres tienden a excluir a millones, si no billones de personas, y esta cruel y comun insensibilidad ha sido siempre la fuente de terribles consecuencias. El aislamiento existencial artificial que hemos creado no tiene mayor problema en justificar la exclusión, el maltrato y la utilización de otros “razonando” que lo hacemos para proteger lo que respectivamente nos imaginamos que somos y merecemos lograr en el futuro en lo material, lo sicologico, lo social y lo religioso.
Y si, mi viejo amigo esta en lo correcto al asumir que no pertenezco a ninguna fe u organización religiosa. Hace ya mucho que no creo en ninguna de las multiples versiones de lo divino que han sido creadas por el miedo y la ambición de la mente dividida y condicionada por el mismo registro mental de la experiencia aislada. Quizas el tambien quisiese darse cuenta de que la pluralidad y el caracter contradictorio de diferentes formas de consenso religioso hace que compartan la misma falsedad. Lo que sostiene y mantiene la division, el conflicto y el dolor en los que vivimos en cada punto del espacio y el tiempo, es nuestra absurda lealtad a las ideologías tradicionales con las que nos identificamos y los claustros sociales en los que nos encerramos con el fin de ser lo que nuestras autoridades y pensamientos nos dicen que somos.
Vale reiterárlo, la actualidad impensable de la existencia tiene poco que ver con las incontables formas religiosas y seculares que adquiere el sectarianísmo tribal. La vida es tremendamente cambiante y profundamente interconectada. La integridad de su flujo la hace impensable y, por esto último, fuera del alcance de las falsas entidades que resultan de la desmedida proclividad a nombrar y clasificar de un intelecto que, en su identificación con formas particulares y auto-centradas de conocimiento y fe, no deja de alienarse más y más de su fuente. El despliegue vital y atemporal de la existencia en su totalidad, no tiene y jamas necesitara una sola y “verdadera” interpretación conceptual a la cual todas las otras presumiblemente tendrían que rendirse. Jamas habra una red conceptual capaz de atrapar la tremenda vitalidad e infinita creatividad de la totalidad. Nosotros somos tan solo la manifestacion personal, multiple, contradictorias y conflictuadas que la mente condicionada por la experiencia ha hecho del ser. Que esto haya sucedido no es culpa de nadie, pero todos somos responsables por nuestra contribución personal a la división y el terrible desorden y violencia en la que actualmente vive la humanidad, y que nuestros descendientes y los suyos continuaran sufriendo a no ser de que nosotros nos enfrentemos a nosotros mismos con el fin de cambiar radicalmente.
Mientras estoy en este tema de la identidad sectaria, hay algo mas que quisiera decirle a mi viejo compañero de clase. Porque (me) es evidente que todas las formas preestablecidas de creencia religiosa son limitadisimas representaciones mentales de una realidad que está para siempre mas alla del alcance del conocimiento y el pensamiento, su apreciación de mi como un ateo es correcta. Sin embargo, esta enteramente equivocado si esta caracterización me mete en un recipiente mental con los ateos en general, porque mi negacion del valor de jaulas conceptuales es general, y no solo referido a formas positivas y negativas de creencia religiosa. La convicción de muchos ateos tiene la misma certidumbre temeraria con la que los mas beatos ostentan la suya. De este rechazo comprensivo de toda ideología preestablecida, emerge una manera abierta e independiente de ver las cosas (que es, por ello, sencilla y permanentemente vulnerable y, sin embargo, el terror de los grandes cuarteles de dogma pre-establecida).
Esto va a confundir las cosas, pero igual diré que veo esta actitud de negacion como la esencia de lo religioso, aunque no en el sentido tradicional que este termino ha tomado historicamente y de forma tan masiva. Empleo la palabra “religioso” con vacilacion y solo en el sentido casi literal que surge del termino “re-ligare” en Latin: el reunir o juntar todo lo que el intelecto ha separado con su múltiples registros representativos, auto-aditivos y eternamente limitados de la experiencia, y su terca busqueda de formas privadas de seguridad y supremacía culturales y personales.
A quienquiera le importe darle una amplia y compasiva mirada a la realidad síquica y social creada por incontables registros auto-proyectivos de experiencia privada puede ver que que todas las formas organizadas y mas o menos desorganizadas de deismo, ateismo y agnosticismo que el cerebro humano ha creado a traves del tiempo, son igualmente contradictorias y divisivas: despues de miles de años de presunto “progreso” continúan blóquando la cada vez más necesaria integración de una especie permanentemente conflictuada consigo misma a raiz de su alienante interpretacion muliple y contradictoria de la vida.
Para terminar de borrar la caricatura que me hizo mi viejo amigo, aclarare que no soy un artista, tampoco. El que ocasionalmente cumpla con la función de hacer cosas que pueden ser categorizadas como arte es simplemente el resultado de haber sido presa, temprano en la vida, de formas de condicionamiento socio-cultural que me llevo gradual, y hasta cierto punto secuencialmente a adoptar distintos roles profesionales. El arte es solo uno de los de los roles sociales especializados que he desempeñado durante una ya larga y paripatetica travesia por la vida. Aunque nuestra programación mental general hace del rol ocupacional o profesional que cualquier individuo despliega en su sociedad un aspecto tremendamente significativo de su identidad y misma existencia, la verdad es que, tal como el conocer, el hacer no está fundamentalmente relacionado al ser. Yo no soy lo que hago para ganarme el pan y el techo que preciso, y parte de mi argumento es que nadie lo es. Yo hago arte porque se como hacerlo y porque, en mi caso, esta tarea ocasionalmente logra reflejar las cosas tal y como son, lo cual puede ser, al menos en los ojos de algunos, una contribución constructiva. Veo la practica del arte como la utilización de un lenguaje a traves del cual intento expresar, con la peculiar lucidez que este ofrece, la urgente necesidad de encontrar liberación de las convenciones mentales fijas que reducen y distorsionan nuestra comun, y por ende impersonal, participacion en la vida. Esta ultima declaración del posible valor de lo que hago no debe ser tomada muy seriamente, sin embargo, porque la libertad del condicionamiento mental es algo actual y vital, mientras que el arte y la escritura que se puedan referir a esta libertad son, siempre, solo imágenes y conceptos, meras representaciones.
De alguna forma u otra, se da un despertar al hecho de que la actualidad del ser fluye fuera del ámbito del conocimiento personal, pasado, presente, y futuro (que es el que mas nos interesa), y que este último, el conocimiento, es solo el rastro ideacional o representacional que deja en la memoria una experiencia aislada e irremediablemente limitada que el miedo y el deseo proyectan roboticamente al futuro con modificaciones menores. Ese despertar determina el que “yo” simplemente no sepa, ahora y nunca) que o quien soy. Esta incertidumbre con respecto a la existencia (personal y cosmica) bien puede ser problemática al tener que seguir navegando los estrechos canales convencionales que determina y regula todo contexto cultural, pero es una bendición de inconmensurable valor en que devuelve la conciencia a su fuente misteriosa en la correntada atemporal e indivisa de la vida.
Cualquiera puede llegar a ver —y de esta forma abandonar— la resistencia predeterminada a enfrentar en uno mismo el hecho de que la existencia tribal/personal es una fantasía colectiva con un impacto negativo real y constante en nuestra salud mental, la calidad y estabilidad de nuestras relaciones a todo nivel y, en el equilibrio ecológico del planeta. La inmensa insensibilidad, injusticia, violencia y pena que siempre han afligido a la humanidad se hacen evidentes, así como el hecho que la fuente de estos azotes reside en nuestra conflictuada fragmentación cultural y nuestro egoismo endemicos. Evidentemente, del conocimiento se desprende buena parte del desarrollo de la humanidad, así como el bienestar, la felicidad y el afecto de un numero significativo de seres humanos. Sin embargo, en la medida en que todos estos factores son exclusivos o fruto de poderes y privilegios injustos, no hacen otra cosa que contribuir a la vieja y crónica tragedia de una humanidad irracionalmente indispuesta a tomar conciencia plena de su division y sus múltiples aberraciones con el fin de terminar con ellas.
Es importante comprender que la verdad completa de nuestra mal milenario se hace aparente de un arduo y largo proceso mental, sino más bien en aquel instante en el que el pensamiento convencional y centrado en el yo, con todos sus concomitantes miedos, irresponsables apetitos y patrones habituales de conducta, deja de disminuir y aislar la mente y, de esa manera, atomizar y conflictuar la sociedad humana. Una percepción independiente, exacta y completa de quienes somos y de cual es nuestra responsabilidad por la situacion global creada por nuestros pensamientos, relaciones, acciones y omisiones es, en si misma, la liberación de la mente del lastre pre-programado y auto-identificado que cronicamente impide esta percepción. Y, no, una comprehensión cabal de este argumento hace evidente que no es un engaño circular. Esa parte del condicionamiento mental que genera y mantiene la separación tribal y sicológica es patológica, y es por ello que su disolución (la cordura) no reclama, y mucho menos proyecta existencia o virtud propia.
Dado a lo dificil que es presentar verbalmente la falsedad y toxicidad del aislamiento existencial de la persona y la posibidad de su terminación, quizas le sirva a algunos el que le demos otra mirada. Un antiquísimo y auto-protector sistema de conocimiento ha forzando al organismo humano a derivar su sentido particular de la (su) existencia de la identificacion/asociacion privada y sostenida con una constelacion particular de grupos, ideologías, normas y metodologías que tienen su origen en el mismo sistema y que determina la forma en la que prácticamente todo ser humano vive y muere. En ese contexto general, el tomar plena conciencia de la demencia en uno mismo —es decir, el despertar a uno mismo como una manifestación particular de la enfermedad mental que se extiende a toda la humanidad— implica una radical liberaración mental de la predeterminación sicologica y el falso ailamiento existencial intrinsicos a la identificación con cualquier combinación idiosincrática de nacionalidad, creencia religiosa, afiliacion política, raza, genero y disposición sexual, nivel y contenido educacional, ocupación, preferencia de entretenimiento, etc. Dicho de forma mas directa, la cordura demanda la desaparición del sentido existencial singular (personal) que, debido a su falsedad y consecuente inestabilidad, no hace otra cosa que bregar para proteger su auto-estima y realzar su estatus sicológico, economico, social y “espiritual” frente a la opinión de otros y el juicio que alguna divinidad escogida con ese propósito pueda llegar a emitir.
La caótica realidad que genera el constante desorden mental y la división cultural en las que vive la humanidad, jamás podrá redimirse a si misma utilizando para ello los medios tradicionales del progreso. Primero, porque esta realidad surge, como ya se ha indicado repetidamente, de una falsa, múltiple y contradictoria pose existencial que es definida, reglamentada y protegida por las relaciones más íntimas de cada “uno” y la afiliación con multiples grupos que, por ser exclusivos, están permanentemente en algún de nivel de conflicto entre sí. Y, segundo, porque nuestros inacabables esfuerzos para escapar de la confusión, el conflicto, el miedo, y el dolor que nos afligen, personal y grupalmente, son, aparte de ser parciales y por la mayor parte inefectivos, precisamente la forma en la que la alienación y la fragmentación general de la especie —y el aislado y condicionado ente personal que es su raiz— se prolongan a si mismos en el tiempo que dicta la fantasia de su evolución. Si, es verdad que las cosas cambian, pero lo hacen de forma tal que, en lo fundamental, la tragedia general se mantiene constante. Para quien se anima ver las cosas tal y como son, la única salida posible de este persistente impase personal y colectivo, esta en la disolución de las formas y medios de identificación sin los cuales la persona que la sociedad determina y que se mantiene con la laboriosa mentira de su desarrollo mental, no puede existir.
Nadie puede sobrevivir el choque de resulta del enfrentamiento directo (no meramente intelectual) con la falsedad de la presunción general a una existencia paradójicamente privada y separada, y la futilidad de los emprendimientos con los que, tambien paradojicamente, intentamos fortificarla y extenderla. El final de la participación de “uno” mismo en los (falsos) procesos del progreso tribal y el avance personal parecen temible, en gran parte porque no ofrece visión alguna del mismo “yo” disfrutando de un futuro con mejores circunstancias siquicas y sociales, a cambio de haber efectuado esta cancelación. Lo único que se puede entreveer razonablemente es que el final de la separación personal es el remplazo de lo conocido y “lo por conocer” con una revelación no mediatiza de ninguna manera de la unidad de la existencia, lo incognocible. Esto no se trata, pues, de que “tu” o “yo”, ya sea juntos o separados nos las arreglémos, de alguna manera, a tomar conciencia del misterio de la unidad de la existencia, si no, más bien que el descarte irreversible de la mezquina colección de memorias y ambiciones que constituyen y mantienen al ser personal (cualquiera de ellos), esta realidad imponderable es todo lo que es.
Espero que le sea obvio al gentil lector, así como al viejo amigo que tuvo a bien suscitarlo, que este texto no es un intento de afirmar o mejorar la distinción de su autor, y por ende, su auto estima y, peor aun, su estatus social. Todo lo que pretende hacer es extender una invitación anónima y general a tomar una mirada independiente, precisa, y todo-abarcante (y por lo tanto sin precedente) al desorden permanente en los asuntos humanos en el espacio y el tiempo y, especialmente, al carácter y la medida de la colaboracion de uno mismo con este desorden. Las palabras y las imagenes que esta invitación utiliza, no tienen ningun valor, su procedencia es irrelevante. Lo que es esencial es un interés total en la cordura, una verdadera preocupación por el destino de la humanidad y, para ser coherente con eso, un abandono instantáneo de todas las versiones de la realidad, tanto religiosas como seculares en las que se apoya el “yo” para reclamar una existencia única y separada que obsecadamente desperdicia la vitalidad misteriosa del presente en el vano intento de realizar una idealización de si mismo del cual tiene ya memoria.
Espero poder escribir un segundo ensayo con el mismo tema y bajo el mismo titulo que ostenta este. Sus comentarios y preguntas son bienvenidas.