Vale reiterar el razonamiento central presentado en la primera parte de este ensayo (publicado hace ya unos dias —“¿Que Hacer Con Lo Que Uno Cree Ser? - I” - 23 de Enero de 2018) con la esperanza de mejorar la posibilidad de que sobreviva el rechazo automático con que el pensamiento centrado en el yo responde a cualquier cosa que le parezca amenazar su concepción de sí mismo, sus tradiciones, rutinas o planes.
La noción de una existencia personal aislada de la existencia per se, nace en el pensamiento y no puede existir fuera de él aunque, de hecho, cada persona se ve a sí misma como un ente único, fuente, dueño y ejecutor de “su” pensamiento. La sedimentación mental dejada en el cerebro humano por el miedo, el placer, el dolor y la muerte experimentados por la especie durante su largo proceso de co-evolución, se divide en innumerables paquetes personales que durante su tránsito biográfico acumulan (y proyectan al futuro) el rastro mental de su propia experience de miedo placer, dolor y muerte. No siendo mas que una pequeña variante del patrón mental de la humanidad, el pensamiento encapsulado en cada persona, no tiene otra opción que la de utilizar la pobreza de su experiencia y conocimiento, y la mezquindad de sus temores y ambiciones, para conceptualizar, evaluar e instrumentalizar el presente (lo único actual y real que existe), y de esta forma seguir moviéndose del pasado conocido (mental, imaginario), al único futuro que (lo conocido) es capaz de concebir y codiciar. El resultado inevitable de este tránsito en la burbuja pseudo-temporal del pensamiento basado en el yo, es que el presente y el futuro (personal y colectivo) sólo pueden ser versiones ligeramente distintas de la misma fragmentación cultural y el mismo aislamiento sicológico —y del mismo desorden, placer, temor, ambición y pesar— que caracterizaron su experiencia en el pasado.
Solo basta un ejemplo para ilustrar este punto esencial. La guerra entre grupos con diferentes ideologías y ambiciones es una constante de nuestra experiencia histórica, e instancias futuras de esta misma experiencia se seguirán dando, a no ser que ocurra una verdadera mutación en el cerebro/mente humano que lo libre de la fantasía de una existencia exclusiva dedicada a servirse a sí misma. El horror de la guerra se mantiene constante, lo único que cambia son los medios educacionales, economicos, científicos y tecnológicos puestos rutinariamente al servicio del mismo viejo objetivo de masacrar seres humanos “legalmente” por no pensar como “nosotros” o por tener algo que apetecemos. Y, claro, la guerra no es es mas que la cruenta ampliacion y justificación de la agresión personal que es tan común en nuestras relaciones. La inteligencia humana, tan paradójica en su pertinaz esquizofrenia, es capaz de los actos más horrendos, y esta predisposición a la violencia que compartimos todos, no solo pervierte y disminuye nuestra inteligencia, sino que mantiene el status-quo mental y cultural de la especie en general.
Individualmente, todos tenemos la capacidad de razonar y amar, pero la alienación mental implícita en el individualismo tribal, también trae consigo la proclividad a justificar en el presente y a proyectar al futuro nuestros peores miedos, odios, ambiciones. Y es de esta manera en que, todos juntos y de dia a dia, colaboramos en la reiteración de la misma vieja experiencia de división, conflicto, y dolor que la humanidad ha sufrido siempre.
Aunque demasiado resumida, bien puede que esta descripción de la realidad creada por el pensamiento centrado en el “yo” sea fiel a la verdad, sin embargo, no por eso deja de ser tan solo una serie de ideas más, lo cual la hace insuficiente (y posiblemente tendenciosa o falsa dependiendo de cómo es interpretada por el conocimiento (la memoria, el deseo, y la voluntad) que ocupa otro cerebro y constituye una persona diferente a quien la presenta). Como ya hemos visto, en este tema fundamental de que hacer con nosotros mismos, que no sea seguir con la estéril rutina de siempre, es ceder a un encuentro directo con la verdad que, a través de una súbita y completa iluminación de lo falso, pueda destruir, en la mente que se haya abierto a este evento, la persistencia de las memorias rancias y los deseos insensibles y peligrosos que generan y sostienen el aislamiento existencial del yo. La ausencia de la verdad radica en la alienación (sico-social) del yo, y es por esta razón que la cordura no puede provenir de ningun ente o movimiento socio-cultural. Es preciso que una percepción completa y precisa de la verdad disuelva la falsa conciencia personal que ha usurpado un lugar dominante en cada instancia de la mente humana. El pensamiento es tan solo una facultad mental del organismo, y su auto-adjudicación de una existencia privada, una farsa con terribles consecuencias —la primera de ellas, la reticencia a verse a sí misma como tal.
Lo que tradicionalmente llamamos progreso no tiene nada que ver con la percepción de lo falso en uno mismo y en el mundo. Esto no quiere decir, sin embargo, que no haya avances en organización política y social, en ciencia y tecnología, y en otros aspectos de la vida personal y social, y que estos avances no produzcan ocasionalmente cambios significativos. Lo unico que se está afirmando es, primero, que el progreso tradicional no tienen cobertura global y no es siempre positivo o duradero en aquellos lugares y ocasiones en los que se da; y, segundo, que por ser lo que es y por venir de donde viene, el cambio tradicional jamas incluye una investigación total y conjunta de la trayectoria, naturaleza y situación general de la mente humana y su impacto en la cultura y la sociedad. Ni siquiera las Naciones Unidas se atreven a tocar el tema de la condición humana porque el hacerlo llevaría a tomar conciencia del efecto destructivo, y la consecuente disolución de las naciones, siempre desunidas y en conflicto, que constituyen la organización. (La ONU jamás le prestó seria atención a la declaración de los derechos humanas luego de haberla instituida como uno de los fundamentos teóricos más importantes de su creación despúes de la segunda guerra mundial.
La ausencia de una investigación tan esencial al bienestar actual y el futuro de la especie se debe simplemente a que esta no se puede dar sin desechar a priori todas las diversas convicciones culturales y personales cuyas obvias limitaciones, prejuicios y contradicciones son la verdadera causa de todo lo que aflige a la humanidad. Dicho de otra forma, la ceguera a la verdad radica en la misma exclusividad de las cuales depende la identidad y el mismo sentido existencial de cada cultura, de cada grupo social y, especialmente, de cada persona. Nadie puede ser lo que piensa que es y bregar por llegar a ser lo que quiere ser en el futuro (pre o post-mortem), sin aislarse intelectual y emocionalmente con el fin de ignorar a la gran mayoría y de instrumentalizar a todos los que se pueda. Nada de esto es agradable pero, desgraciadamente, todo es cierto.
Para quien quiera molestarse en mirar, no es muy difícil llegar a ver dos aspectos esenciales de la realidad humana que se esconden a sí mismos. El primero, es nuestra esclavitud individual y colectiva al régimen mental/emocional que imponen los diversos estratos de la memoria. El condicionamiento general de la mente humana empieza con la experiencia pre-histórica y mayormente subconsciente de la especie. Esta base mental colectiva se tranforma gradualmente durante su tránsito histórico en la conciencia exclusiva (socio-cultural y sicológica) que la caracterizan hasta la actualidad. La segunda característica esencial de la realidad humana es la forma en la que esta realidad mental y social anclada en el recuerdo del pasado se mantiene a si misma a traves del deseo de seguridad y progreso latente en los billones de personas que se identifican con diferentes grupos, instituciones, tribus y biografias, y que dedican la mayor parte de su energía y tiempo a la concepción e implementación de los proyectos que cada uno de estas subdivisiones auspician. Cada persona desea ardientemente la realización de sus ambiciones seculares y religiosas (su propia versión de lo que constituye el progreso personal, familiar, institucional y tribal), y todos trabajan y pelean entre si para conseguir lo que quieren, esto, sin tomar conciencia cabal de que el codiciar intereses contradictorios, exclusivos y frecuentemente extravagantes inevitablemente produce conflicto y sufrimiento.
El caos de la situación mundial actual es simplemente la suma y resultado neto de las relaciones entre entidades personales y grupales aferradas a raíces propias y determinadas a hacer realidad ambiciones extremadamente dañinas por lo desmedidas y contradictorias que son.
El simple acto de ver lo absurdo y peligroso que es nuestro empeño en seguir viviendo vidas separadas, desemboca, necesariamente, en la aparición de una forma de estar y actuar en el mundo no predeterminada por la memoria personal/tribal que es solo capaz de producir nuevos capítulos de la misma tragedia en la cual ya hemos actuado y sufrido por mas de cincuenta mil años.
Habiendo llegado a este punto vital, y para evitar falsas oposiciones, es importante volver a aclarar que lo que antecede no representa un ataque frontal a todas las formas del conocimiento realizado a fin de instaurar un noble primitivismo o una especie de amnesia general de carácter benigno (!) Es obvio que nuestra supervivencia como seres humanos depende de nuestra capacidad de crear, diversificar y ampliar lo que sabemos, pero es absolutamente necesario que el conocimiento se limite al servicio de las necesidades fundamentales del organismo humano (individual y colectivo) y la protección del equilibrio ecológica del planeta que es su matriz. Lo que no tiene lugar a ser es la fantasia (general) de una existencia personal férreamente dedicada al servicio de intereses particulares que ponen constantemente en riesgo el bienestar fundamental, y la supervivencia misma, de otras personas y otras especies.
El ver todo esto, no como una teoría expuesta por una persona y entendida (o rechazada) conceptualmente por otra, sino independiente y directamente como la verdad misma de la situación psico-social y ecológica de la humanidad, produce un shock mental capaz de disolver la sedimentación de memorias que es la base del yo y su ciega conviccion de existir esencialmente separado de otros y de la vida misma. Como ya ha sido enunciado más arriba, esta disolución no se lleva consigo la totalidad del rastro biográfico en la cual depende el pensamiento, pero si termina con las reminiscencias privadas y los roñosos intereses de un yo artificial, egoista, sectario y provincial. La verdad, vista como tal —es decir, no como idea, sino como actualidad— disuelve la concepción de uno mismo que, desde la niñez (de la humanidad y de cada persona) se ha basado en la vestigio mental de la experiencia particular del placer, el miedo y el dolor que agobian a la humanidad que no encuentra cómo salir de su fragmentación. La conciencia cabal de la situación general de la humanidad y de uno mismo como causa responsable de esta situación, simplemente no tolera ninguna de las ideologías de índole secular o religioso que son la base de toda identidad personal y social. La verdad tampoco da más lugar a ninguna comparación (positiva o negativa) de “uno” mismo con ciertos otros identificados por apariencia, carácter y comportamiento particular. El condicionamiento mental y la división sico-social que produce la sedimentación mental de la experiencia es un fenómeno global, por lo tanto el alinearse con ciertas líneas de pensamiento y ciertas personas, y el dis-asociarse con otras es absurdo. En la presencia de la realidad completa de nuestra situación y la mentalidad que la ha generado, las diferencias culturales y sicológicas no tienen mayor importancia. La mente que llega a ver por si misma y en si misma las cosas tal y como son, es capaz de ello simplemente porque ha dejado de lado todas las influencia intra-síquicas y culturales capaces de mermar su sensibilidad natural, su capacidad afectiva y la lucidez del pensamiento impersonal.
La libertad no es mas que este despertar, inusitado, pero fácil y natural, a la sinrazon y el peligro implícitos en las restricciones, los hábitos, y las relaciones impuestas y mantenidas por el conformismo cultural y el pensamiento centrado en la experiencia personal y las desatinadas ambiciones y sueños que esta experiencia proyecta al futuro . Y esta liberación de las limitaciones y obligaciones del yo (responsable por la cruenta realidad de la humanidad e inseparable de ella), esta en la revelación de la amplitud indivisible y, por ende, impensable, de la vida.
El pequeño enclave de lo personal y tribal no puede resistir, y se quiebra ante la presencia del misterio vital —impensable fuente, destino y significado de todo lo existente, actual y potencial.
Preguntar qué sucede cuando el diminuto recinto de la conciencia personal se disuelve en lo inconocible, es un gesto típico del pensamiento condicionado y aislado que se niega a ir dos pasos más allá de los límites de su querencia habitual si no sabe a ciencia cierta cual es la ventaja que ofrece el tomarse el riesgo. Lo mismo es cierto del apremiante deseo que se pueda sentir por conocer cual es el mejor método para librarse de la soledad, la angustia y el sufrimiento. Cuando el objetivo es la seguridad y el poder (el placer) y lo que se busca es la metodología más certera en función de ese fin, lo que se encuentra no es, por cierto, la liberación de uno mismo, si no una version ligeramente modificada de la vieja rutina de obedecer ciegamente la secuencia de esfuerzos que alguna autoridad tradicional puede haber recomendado para lograr la famosa realización personal. Lo que todo ser humano añora en exclusividad, es tan solo una instancia particular de la ilusión general que nos separa al uno del otro y que nos emplea a todos en la reforma sinfín y sin descanso de un mundo que, de una forma u otra, sigue lleno de conflicto, frustración, pena y muerte.
Es esencial, por lo tanto, el ver lo antes posible que no hay nada más contraproducente que esforzarse por llegar a ser más y mejor de acuerdo al propósito y el modelo metodológico propuestos por cualquier ideología secular o religiosa. Este docil conformismo a lo que determina la tradición es, precisamente, lo que hemos venido haciendo durante miles de años y nuestra trágica situación actual es el resultado neto de esta crónica y miope obediencia a las enseñanzas del pasado.
Digámoslo nuevamente, la libertad reside en descubrir que la existencia única y separada del yo es una vieja fantasía que a cada instante reproduce la misma cruenta realidad. Por razones obvias, esta percepción de la ausencia de la verdad en lo falso, lo ilusorio, y lo insuficiente, no puede surgir de lo ya establecido. Por nobles que puedan parecer, todos las metas pre-establecidas son parte integral de lo falso. Lo vitalmente nuevo esta infinitamente más allá del alcance del conocimiento, que es siempre incompleto, insuficiente y viejo. Y es precisamente por ello, que su manifestación requiere el descarte a priori de gran parte del rastro mental dejado por la experiencia y las insistentes extrapolaciones seculares y religiosas que extienden esta experiencia a fuerza de hábito, miedo, placer y pena.
Nos hemos acostumbrado a vivir en una realidad atomizada y artificial que impide que la vida se revele como un flujo indivisible en una dimensión diferente a aquella generada y mantenida por el falso confinamiento existencial del yo. Una visión completa y cabal del problema central hace evidente su única posible solución, que es la desaparición del yo en el océano sin fondo u orilla en cuya superficie flota a la deriva, ensimismado y doliente, sin querer ver donde esta.